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Septiembre

Hay algunas cosas en la vida que son tan corrientes que no nos damos cuenta de que ocurren. A veces no somos conscientes de nuestro comportamiento y yo he tenido que llegar a un momento importante de mi vida para darme cuenta de cómo es el ser humano muchas veces.

Una persona no ha estado en París sólo los días que pisó las calles parisinas. Esa persona ha estado allí desde que compró un billete que fijaba el día de su marcha. A veces, incluso, es más feliz imaginándose las calles de París, la Torre Eiffel o el Louvre, que en los días que pasará allí.


Una relación no es una relación hasta que se fija la fecha en la que comenzó.

Y así funcionan las cosas.
Nada es verdad, nada es posible, hasta que fijas una fecha.

Puedes pasarte la vida soñando que algún día abrirás tu propio negocio, pero, nada será real, hasta que pides la cita para solicitar el crédito.


En las relaciones pasa lo mismo.

Nadie se va a casar hasta que no tiene fecha, y, desde el día que la fija, está casándose cada minuto que resta.
Nadie avanza, nadie decide, nadie está haciendo absolutamente nada, hasta que fijan una fecha.
Las fechas.

¿Y si no las hay?

¿Realmente sabemos improvisar?
¿Realmente nos creemos una relación sin fechas que la afiancen?
¿Podemos ser felices sin saber a dónde vamos?


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Sabor a fresa

No he dejado de pensar en ti desde que no estás, y nunca te conocí. Nunca te saludé, ni siquiera te vi cruzar una calle ni vi tu sonrisa en una foto. Pero desde que te fuiste yo no soy la misma, ni el mundo es el mismo para mí. Desde que te fuiste sonrío aún estando sola. Sonrío aunque llore. Sonrío aunque siempre existan muchos motivos para no hacerlo. Sonrío porque tú te mereces que los que seguimos lo hagamos. Porque todos aquellos que están, que son, que aún existen, deben sonreir por todo lo que tú ya no podrás.

 Desde que te fuiste me paro a ver las hojas caer, un bebé jugar o el agua de un río correr. Desde que te fuiste mi vida sabe a fresa porque yo he decidido cambiarle el sabor. A veces no tenemos tanto tiempo como pensamos. Perdemos los días con sabores amargos que no hacen más que infravalorar el regalo de seguir viviendo.


Desde que te fuiste escucho el silencio, respiro la nada y vivo un segundo más.

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Te libero

Te libero.
Tú no lo sabes, pero te estoy liberando de mí.
Dices haber hallado en mi regazo la mejor compañía, cuando jamás encontrarás mayor soledad que la que yo te ofrezco.
Dices haber encontrado en mí la paz, sin saber que la vida conmigo sería una consecución de batallas.
Dices haber hallado en mí la solución a tus problemas, cuando jamás tendrás mayor problema que yo misma.


Dices haber visto en mí la luz, cuando yo solo emito oscuridad.

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Cuando la lógica puede más

Es difícil saber cuándo parar, cuándo la recompensa de la lucha empieza a no compensar el esfuerzo. Es difícil saber cuando acaba un camino. Caminamos de la mano, apretando fuerte, y más fuerte y más fuerte… pero, ¿y si dejáramos de apretar? ¿La lógica nos soltaría? ¿O el amor machacaría a la lógica con su pegamento? Lo difícil es no saber cuando la lógica y el amor también caminan juntos. Es posible que, en este caso, no avancen muy separados. Pero, ¿y si se alejaran? ¿A quién seguiríamos? Es difícil saber a quién seguir, es imposible acertar quién tiene como fin la felicidad. Nadie tiene las claves. Hay que elegir. Hasta el momento no hay muchas cosas claras, pero sí hay una; apretaré tu mano siempre.

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Serás tú

Será el miedo al frío en la noche, a la magia olvidada o a los amaneceres vacíos. Quizás sea el temor a los secretos guardados o a los recuerdos mal olvidados. También puede ser el miedo a la dependencia, a la ausencia o al rencor. O a las palabras sin decir y a las caricias sin dar. Probablemente sea el miedo a cualquier pequeñez que me aleje del sabor a leche caliente, de los cigarros para dos o de tu sudadera para dormir. El miedo a toda aquella insignificancia que me distancie más que los kilómetros. Quizás sea ese miedo el que me acerque, en vez de hacerme correr en la otra dirección. ¿Quién sabe? Puede que sea ese miedo el que me impida ver más allá de tus ojos. Sí, posiblemente sea ese pánico a un sin ti el que me haga no querer nada más que un eterno contigo. 

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