Septiembre

Hay algunas cosas en la vida que son tan corrientes que no nos damos cuenta de que ocurren. A veces no somos conscientes de nuestro comportamiento y yo he tenido que llegar a un momento importante de mi vida para darme cuenta de cómo es el ser humano muchas veces.

Una persona no ha estado en París sólo los días que pisó las calles parisinas. Esa persona ha estado allí desde que compró un billete que fijaba el día de su marcha. A veces, incluso, es más feliz imaginándose las calles de París, la Torre Eiffel o el Louvre, que en los días que pasará allí.


Una relación no es una relación hasta que se fija la fecha en la que comenzó.

Y así funcionan las cosas.
Nada es verdad, nada es posible, hasta que fijas una fecha.

Puedes pasarte la vida soñando que algún día abrirás tu propio negocio, pero, nada será real, hasta que pides la cita para solicitar el crédito.


En las relaciones pasa lo mismo.

Nadie se va a casar hasta que no tiene fecha, y, desde el día que la fija, está casándose cada minuto que resta.
Nadie avanza, nadie decide, nadie está haciendo absolutamente nada, hasta que fijan una fecha.
Las fechas.

¿Y si no las hay?

¿Realmente sabemos improvisar?
¿Realmente nos creemos una relación sin fechas que la afiancen?
¿Podemos ser felices sin saber a dónde vamos?


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