De nada sirve besar si no te arden los labios. Renuncio a todos los besos vacíos con tal de conseguir uno que me queme el alma, que me haga no querer otra sensación más que la del fuego que solo tu me ofreces. Renuncio a dar la mano por la calle si tan solo consiste en un símbolo convencional. Solo agarraré la mano para que se deslicen unas cadenas y que nuestras almas se encadenen para siempre. Introducirme en tu mundo sin preocuparme cual es. Arrastrarme contigo vayas donde vayas. Que me secuestres. Hacer que todo sea secundario. Convertirte en lo primero. Hacer que este amor sea más que la idealización de un alma insatisfecha. Quererte hasta que mi corazón sangre. Vivir por ti, morir contigo. Que me abraces y se pare el tiempo. Romper los relojes. Ser nosotros y luego el mundo. Olvidar las reglas y jugar con la prohibición. Reirnos de las normas y crear nuestras leyes. Crear nuestro propio silencio. Mirarnos y que nuestras almas se hablen. Demostrarme que, en algún lado, existes, y me esperas.
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Para ellas el suicidio es más que una opción. Refugiadas en sus casas pasan unos días que parecen no terminar. Algunas evitan mirarse al espejo, o, incluso, miran al suelo por miedo a encontrar su realidad en un reflejo. La luz les hace daño, y deciden privarse de ella.
Sentada en el autobús miraba por la ventana.
El otro día paseaba por la avenida de mayo y, al llegar a la casa rosada, pude ver a cientos de personas celebrando "algo".
Mujeres trabajadoras y homosexuales... ¿Queremos igualdad? Pues habrá que empezar por demostrarla nosotros primero y, quizás, uno de los primeros pasos sería NO celebrar este tipo de fiestas.
La lluvia choca contra los cristales. Miro por la ventana. La avenida 9 de Julio continúa su actividad.
Multitud de coches que conducen con destino, o muchos que conducen sin él.
La gente cruza rápidamente la avenida. Paraguas que tropiezan unos con otros, que te impiden ver quien es la persona que lo porta.
Ruido de sirenas, de coches, de pitos de una policía que intenta con desesperación regular un tráfico caótico. Una ambulancia que se aleja y otra que se acerca desde el obelisco. Un autobús que se para. Puedo oir la moneda entrando en la máquina y la puerta cerrarse.
Un relámpago ilumina una calle que no conoce el silencio. La gente mira al cielo y acelera su paso.Un trueno ahoga los demás ruidos. La lluvia se densa.
Sigo mirando por la ventana.
La agitación del día o la aceleración de cada instante te impiden pararte a ver los pequeños detalles. Una mujer utiliza el diario "Clarín" como paraguas, el semáforo de peatones parpadea 11 segundos antes de ponerse en rojo, una niña que salta en un charco o una pareja que se despide bajo la lluvia antes de que ella suba al taxi.
Miro el cielo, continúa encapotado.
Me gustan estos pequeños instantes en los que el tiempo parece permitirte un momento para ir despacio, un momento para observar, para valorar y para conocer esta ciudad.
La ciudad que nunca duerme.
La madre del asesino de Marta del Castillo visita mañana La noria, de Telecinco.
Cobrará 10000€ y no es muy difícil deducir en que lo va a gastar.
Españoles, gracias a "Telecirco" vamos a pagarle entre todos la fianza al Cuco, asesino de Marta.
¿Qué es lo más preocupante?
Que lo sabemos. Lo sabemos y, aún así, muchos españoles mañana, a las 22:00, estarán sentados esperando ver la entrevista.
Todas esas personas que colocan a "Telecirco" como la cadena más vista en España son lo que luego, en las elecciones, votan al PSOE. Son la mayoría, y así es la democracia, señores.
Luego "Los indignados" se quejan del sistema, y lo entiendo. Pero empecemos por asumir que España es un país de catetos donde no solo fallan los políticos.
Hay cosas en esta vida que nunca deben pasar de moda. Con la modernidad y la igualdad de sexos se han quedado por el camino algunos valores que nunca deberían desaparecer.
Con el paso de los años, las nuevas generaciones han matado la caballerosidad. ¿Quién tiene la culpa? Podríamos pensar que parte de ella la tienen los hombres, quienes se han acomodado a la nueva era de una manera muy rápida.
Pero lo que me aterra es el pensar que las culpables de esta pérdida somos nosotras, las mujeres, confundiendo la educación y las buenas maneras con el machismo.
La caballerosidad proviene de la palabra caballero, hombre que se comporta de una manera noble y cortés. Nada más lejos del machismo.
Con nuestro sexo encontramos unos valores intrínsecos que no siempre compartimos con el otro género.
Vemos como nuestros padres nos cuidan, nos hacen sentirnos protegidas... ¿Eso es machismo? No.
Si las nuevas generaciones pierden estos valores, pregúntense hasta que punto es beneficiosa la modernidad.
No es la primera vez que escribo un blog.