Para ellas el suicidio es más que una opción. Refugiadas en sus casas pasan unos días que parecen no terminar. Algunas evitan mirarse al espejo, o, incluso, miran al suelo por miedo a encontrar su realidad en un reflejo. La luz les hace daño, y deciden privarse de ella.
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Sentada en el autobús miraba por la ventana.
El otro día paseaba por la avenida de mayo y, al llegar a la casa rosada, pude ver a cientos de personas celebrando "algo".
Mujeres trabajadoras y homosexuales... ¿Queremos igualdad? Pues habrá que empezar por demostrarla nosotros primero y, quizás, uno de los primeros pasos sería NO celebrar este tipo de fiestas.
La lluvia choca contra los cristales. Miro por la ventana. La avenida 9 de Julio continúa su actividad.
Multitud de coches que conducen con destino, o muchos que conducen sin él.
La gente cruza rápidamente la avenida. Paraguas que tropiezan unos con otros, que te impiden ver quien es la persona que lo porta.
Ruido de sirenas, de coches, de pitos de una policía que intenta con desesperación regular un tráfico caótico. Una ambulancia que se aleja y otra que se acerca desde el obelisco. Un autobús que se para. Puedo oir la moneda entrando en la máquina y la puerta cerrarse.
Un relámpago ilumina una calle que no conoce el silencio. La gente mira al cielo y acelera su paso.Un trueno ahoga los demás ruidos. La lluvia se densa.
Sigo mirando por la ventana.
La agitación del día o la aceleración de cada instante te impiden pararte a ver los pequeños detalles. Una mujer utiliza el diario "Clarín" como paraguas, el semáforo de peatones parpadea 11 segundos antes de ponerse en rojo, una niña que salta en un charco o una pareja que se despide bajo la lluvia antes de que ella suba al taxi.
Miro el cielo, continúa encapotado.
Me gustan estos pequeños instantes en los que el tiempo parece permitirte un momento para ir despacio, un momento para observar, para valorar y para conocer esta ciudad.
La ciudad que nunca duerme.