Su reflejo.

Para ellas el suicidio es más que una opción. Refugiadas en sus casas pasan unos días que parecen no terminar. Algunas evitan mirarse al espejo, o, incluso, miran al suelo por miedo a encontrar su realidad en un reflejo. La luz les hace daño, y deciden privarse de ella.

Ya son cuatro las mujeres colombianas con la cara deformada. Una bofetada, un corte o un empujón parece ya saberle a poco a todos esos hombres que creen superar al mundo, y, lo peor, que saben que pueden superar a la ley.

La venganza parece que se vuelve a servir en caliente. 
La nueva forma de maltrato se está afianzando en las calles colombianas: arrojar ácido sulfúrico en los rostros de las mujeres.
Muchas de ellas sienten vergüenza cada vez que salen a la calle. Las leyes no las amparan. Este acto no está considerado como un intento de homicidio y, ante la ley, es similar a una patada. 

Sienten como la gente las observa, miran de un lado a otro con el miedo a toparse con su maltratador, quien sigue paseando impune por un país que valora enormemente la belleza.

No está mal pensado. Ellos son libres mientras ellas están condenadas a mirar cada día su reflejo.

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