Paraguas para dos

Me marcho mientras que la soledad recorre cada rincón de mi cuerpo buscando un lugar en el que asentarse. Y mientras camino el frío de este maldito invierno se adhiere a cada uno de mis huesos y me hiela más que nunca. Me subo al tren, y mi corazón sabe que está caminando solo.

Tú contemplas como me alejo, mientras que tu orgullo te ata al suelo de la estación, te paraliza... te convence. Y entonces te vas, y contigo se va la calidez en las noches de lluvia. Junto a tí se marchan las sábanas calientes y los pijamas empapados por nuestro sudor.


Y tras noches de lágrimas, sollozos y súplicas, la paz decide visitarme al amanecer. Llega y me regala días de calma. Me enseña a contemplar el cielo, a respirar profundo, a vivir despacio. Me enseña que las tormentas pasan y que, sin ellas, no sabríamos lo realmente fantástico que es el brillo del sol.


Me enseña que, a veces, el amor necesita días de lluvia y que, lo único importante, es aprender a compartir un paraguas, y esperar a que despeje.


No lo voy a negar. A veces no hay nada más hermoso que aquello que llega a doler. A veces no hay nada más eterno que por lo que merece la pena sufrir.


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